18/07/12

Hotel Barca 2

Llevo toda la noche dando vueltas en mi habitación de hotel, sin ser capaz de desenmarañar la madeja de conjeturas sin fundamento, digo sin fundamento, porque todo pensamiento lógico se desplomaba ante el sólo hecho de que J estaba vivo, ahora sé que está frío, realmente frío.

 Han pasado tres días desde que vi en sus ojos el miedo, que incluso pude oler la adrenalina invadiendo todo su cuerpo. El terror puede entonces volverse palpable, físico, porque cuando lo toqué, el cabrón ya no era humano, era miedo.

Cuando conocí a J tendríamos apenas 23 años, ambos estábamos recién graduados, de universidades distintas claro está. Él llegaba de la universidad de Los Ángeles y yo había estudiado en la universidad pública, entonces no tenía expectativas sobre mi futuro, rentaba un cuartito en el centro con dos amigas y habíamos ido a pasar el verano a la playa, en un hotel de quinta, se llamaba Hotel Barca. J llegó con dos amigos gringos a la casa de sus padres en la mejor zona de la costa, una casa de esas que tienen playa privada y sirvientes locales que les acercaban los tragos y se callaban los malos tratos. J, era hijo de un político de carrera "pujante", que había sorteado con singular descaro un par de escándalos fiscales, pero hacía una semana que diariamente se publicaban notas sobre una represión tremenda contra campesinos en la zona cafetalera de los Altos y el principal maquinador era el padre de J. Es por ello que en lugar de llegar a la casa paterna en sus vacaciones, la madre había decidido mantenerlo fuera del alcance de los tabloides y mandarlo a disfrutar el sol del Golfo. No recuerdo si fue 18 o 19 de julio el día que nos vimos por primera vez. Era de noche y estábamos completamente borrachas, habíamos ligado con los dealers del pueblo, así que los tragos y la mota nunca eran un problema, por suerte nuestras "parejas" se habían quedado en el bar atendiendo otros asuntos y pasaríamos lo que restaba de la noche nosotras solas. Mientras caminábamos hacia la playa, por alguna razón me quedé absolutamente en silencio, frente a nosotras todo era oscuridad, sólo el sonido de la olas anunciaban que frente a mi estaba el mar, pero si no hubiera sonido, abría jurado que la nada se había abierto frente a nosotras y nos tragaría en cualquier momento, una sensación de terror me invadía, contuve el aliento y cuando logré girar para huir, de súbito ahí estaba él. J de grandes ojos oscuros. El miedo que sentía era un aviso, y no de ser tragada por la nada, era de J de quien debí de...de quien debí de...

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