Ella
despertó muy feliz, sonreía porque acababa de soñar con el hombre que la abrazaba esa mañana. Al girar el rostro ella lo miró largo rato y pensó que no había mejor lugar para descansar que su brazo rodeándola.
Ella tenía claro que no lo amaba, mucho tiempo atrás se habían querido, pero ahora no sabía con exactitud qué sentía por él. No acostumbraba indagar mucho en sus sentimientos, no tomaba nada personal de los amantes
ocasionales, más aún con el tipo de los que son grandes camaradas de día.
Cuando él despertó la descubrió observándolo. Ella le platicó el sueño, omitiendo por supuesto los detalles que pudieran revelar algún tipo de emoción comprometedora.
Tras un breve arrumaco y cariños permitidos en las mañanas antes de despedirse, él se preparó para marcharse. Ella debía ponerse de pié temprano, había muchas cosas que hacer ese día...pero se sentía muy feliz como para interrumpir el delicioso letargo. Cuando él salió, ella se quedó mirando el techo, escuchando cómo
urgaba en el refrigerador, su salida de la casa, sus pasos bajando la escalera, la verja
cerrándose. Quizá debió contarle el sueño completo.
Un rato después se levantó de la cama y aún tenía en el cuerpo la sensación de su cuerpo.
Mientras bebía café, sintió una punzada en el estómago. Ella se estaba enamorando.
Un mes después terminaría llorando en la casa de un amigo. Una vez más había llegado tarde. Una vez más estaba fuera de lugar.