O. corría de un lado a otro organizando a los extras que formarían parte de la película. La locación era un pueblo semi-urbano a las faldas de un árido cerro. El frío era insoportable, por lo que se había prendido fuego a varios tambos de metal. O. no tenía idea de quién era extra y quién era del crew, se sentía profundamente confundida...si acaso la confusión puede ser externa...
O. fue a buscar a los actores, quienes se resguardaban temerosos en una casucha naranja. Ninguno de ellos quería salir, ya que la gente del pueblo era hostil y hacía unas horas, al anochecer, se habían escuchado un par de disparos. Entre los actores estaba L. con un ceñido vestido amarillo, el cabello recogido y los párpados del mismo tono que el vestido. O. sintió un abismo en el estómago cuando la vio. Era la única persona serena dentro del lugar, se acercó al oído de O. y con un cálido aliento le dijo quedito -Llévame- L. olía a lavanda. En cualquier otra circunstancia O. hubiera volteado su rostro mientras la tenía cerca para rozar sus labios. Afuera se escucharon gritos y disparos. Ya no se sabía si era una revuelta o la filmación de la película.
1 comentario:
La brevedad es una virtud poco redituable: los enanos de circo ganan poco, las novelas cortas se nos acaban rápido, los penes pequeños solo sirven a quienes quieren compararse sabiéndose ganadores de antemano. La brevedad, en este-su-caso, me recuerda a aquel enano millonario que amaba los relatos cortos de Kafka y que, dicen, sabia explotar sus carencias.
En fin, que cuando su brevedad es concisa me obliga a releer-la sin asco de por medio.
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